Este era el momento en el que Aung San Suu Kyi recogía el Premio Embajadora de Conciencia de Amnistía Internacional esta semana en Dublín.
“Este va a ser uno de los días inolvidables de mi vida […]. Por favor creedme cuando os digo que sois parte de mi corazón, y lo digo desde el fondo de mi corazón.”
Unos días antes, recogía en Oslo el Premio Nobel de la Paz. Y lo hacía con 21 años de retraso.
Cuando Aung San Suu Kyi obtuvo el Premio Nobel en 1991, estaba bajo arresto domiciliario por defender libertad y democracia en su país, Myanmar. Era una presa de conciencia.
Y no fue liberada hasta noviembre de 2010, tras muchos años de presión internacional y cientos de miles de cartas de activistas de Amnistía Internacional pidiendo su puesta en libertad. En todos estos años, Suu Kyi no ha dejado de luchar por los derechos de su pueblo. En Myanmar, miles de prisioneros políticos, hombres y mujeres, siguen entre rejas.
“Amnistía Internacional (…) nos ha ayudado a mantener viva una pequeña llama de autorrespeto, nos habéis ayudado a conservar la luz y esperamos que estéis con nosotros en los próximos años, que podáis sumaros a nuestros sueños y que no apartéis de nosotros vuestra mirada ni vuestros pensamientos, y nos ayudéis a ser un país donde se fundan la esperanza y la historia.”
Que Aung San Suu Kyi pueda vivir en libertad nos llena de felicidad y esperanza. Así que gracias por tu apoyo a los presos y presas de conciencia. Y gracias por lo que, seguramente, seguirás aportando. Porque si te unes hoy a Amnistía Internacional podremos seguir trabajando por la libertad de expresión en todo el mundo porque, como ves, nuestra lucha sigue dando resultados.
En nombre de Aung San Suu Kyi y de los 50.000 presos de conciencia a los que hemos ayudado en estos 50 años, gracias de corazón.
Esteban Beltrán
Director Amnistía Internacional – Sección Española
Porque todavía hay muchas injusticias...
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